Las consecuencias negativas del cambio climático afectan de forma directa en el equilibrio de la vida de los insectos y los animales. Las condiciones climáticas son un factor determinante en la aparición de las plagas.

El aumento de las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera (CO2, N2O, CH4…) genera un aumento en las temperaturas del aire y del océano. Esta es la causa del calentamiento global; todo ello favorece la generación de condiciones propicias para el desarrollo de plagas.

El cambio climático genera cambios en los ciclos de vida de las plagas. Además ayuda en el incremento de arvenses como plantas y reduce los reguladores naturales y organismos beneficiosos de las plagas. Todo esto provoca la aparición de nuevas plagas y las plagas ocasionales se pueden convertir en habituales. Además, el cambio climático reduce la efectividad de los métodos de control de las plagas.

El cambio climático también tiene afecciones en insectos benéficos presentes en los cultivos. Estos se disminuyen a favor de la aparición de plagas dañinas.

Para medir las consecuencias que tiene el cambio climático y combatir sus consecuencias es necesario monitorizar la presencia de plagas. También es necesario monitorizar las incidencias de las enfermedades que estas provocan. Así se podrán identificar los ciclos de la vida de las plagas y realizar aplicaciones biocidas y fitosanitarias más específicas para, además, poder conservar las poblaciones de insectos benéficos existentes.